Viva

Y frente a ti me presento,
tan histórica como anónima,
irreconocible hasta ante estos ojos
familiares a la par que ajenos
(madres, desaprendo vuestra perspectiva);
y me desnudo, y me desollo
—piel que cae sin despertar al silencio—.

Mírame:
demasiado humana para creer en deidades,
demasiado humana para creer en la humanidad,
demasiado humana para creer.

No necesito testigos para saberme viva.

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Ezis

Mi madre jamás fue tocada por un hombre—
Mi madre concibió el dolor de un parto
sola, sus manos aferrándose a las esquinas
de la noche. Mi madre me dio a luz
dos veces—en la grieta de sus labios
cobijándose el olvido. Mi madre
desconoció las tinieblas, aun habitando
en mis genes. Me nutrió con la leche
de la luna y las eras del caos—mudas de piel
que exfoliaban la inocencia y desnudaban
la mácula, los pies de padre
allanando la invulnerabilidad del Estigia.
Sus aguas jamás besaron mis talones—
tampoco mis ojos cérvidos o el latido
que acecha mi corazón cual sombra.
Mis hermanos nacieron ciegos y felices
en el nicho de la ignorancia. Envidio
el sueño sin violencia, el autoengaño y la vejez,
áurea manzana sin pecado concebida.
Nunca probé el fruto prohibido—Yo
soy el siseo del árbol y las raíces sin extirpar,
angustia del fiel, censura y parálisis del ocaso.
He visto a madre llorarme. He visto a madre rendirse.
Se arrodilló sobre mi nombre.

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Nacida del origami

No me identifico con la piel que habito—
Regreso al cruento poema.

Jamás tuve qué ofrecerte más que disculpas—
en mis bolsillos repica el eco.
Temo el día en que en que la poesía no salve.

Yo no nací, fui nacida—
pero abrí los ojos por voluntad propia,
y lloré — lloré y
este mar carece de costa.
No hay pasado para estas agujas de sal
anhelando
el calor de la matriz oscura víscera anfitrión de toda
vida

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«Como la trucha…».

(Regreso al poema.
Me siento torpe tras el descanso del verbo—
pero el reloj trona, evidenciando la pérdida).

Conozco episodios más cruentos que una guerra y promesas truncadas de inanición.
No hay alimento que nutra la lengua del olvido.
La edad desconoce el nombre, no cómo consumir su recuerdo.

Desearía haberte conocido antes que a mí misma.
Admiro a las mujeres de mi árbol— sois de raíz perenne.

Los dedos nudosos reptan por mi muñeca,
búsqueda insaciable de pulso y consuelo.
Ojalá poder darte ambos.

Pero acontece el sueño de quien ya no despierta—
último bostezo, tildes púrpura en la piel de sal.

—Y el séptimo día, descansó.

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La nostalgia te sobrevive

Y entonces sucede
El grito de la creación
La romantización del sufrimiento
El azote y la lágrima
El ardor del primer respiro
(Que, inevitablemente, expira)
El lamento del último cordero
La serpiente cerca al mundo y lo asfixia
Desconoces la vida y ya es herrumbre
Sé cuanto me depara
Conozco la sed y no añoro el agua
Los muslos de la tierra son todo estría y vacío
Y yo aún sin nombre
Existo, pero ¿significo?

Mi madre da a luz y se extingue
No hay lumbre ni hogar que ofrezcan descanso
A estos pies sin mácula ya cansados de caminar

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Alabada sea

Alabada sea mi palabra—
Alabada sea toda palabra que no sofoque nombre alguno.
Alabados sean el sinónimo y su semejante, el prójimo.
Alabada la palabra mestiza, alabada la palabra de otra madre.
Alabadas sean la palabra solidaria y solitaria.
Alabada sea la palabra elocuente, la palabra parca.
Alabado sea el monosílabo, alabada sea la interjección.
Alabada sea la palabra muda y alabado sea el silencio.
Alabada sea la palabra medrosa, la palabra esquiva, la palabra fugaz.
Alabada sea la palabra perenne.
Alabada sea la palabra.

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nu shu

mentí cuando dije prever el futuro
mi lengua ignora la saliva extranjera
no someteré mi cuerpo al pecado
la lectura de estas manos pueriles es inocencia
desconocen la traición, el hurto y la muerte
desconocen la ley del hombre
todavía

hermanas
el tartamudeo de mis pasos no es pérdida
es reconocimiento

soy la sed del náufrago
que prioriza la insaciabilidad del agua salada
frente a Ítaca

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In-vocación

En la soledad de la compañía,
hallando regocijo en la levedad,
consciente que nada es mío
y a nada pertenezco—
ojos limpios e inocentes,
sin futuro ni genealogía.

Me acunarán las manos cansadas de guadañas.

Moriré, pero no sin evocar el verbo.

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Aniversario

En mi aniversario con Madre, reconozco:
no me permití morir porque tenía la certeza de que lograría acontecer;
y hoy, al fin, me clamo vocativo y plegaria.

Escucha el grito tierno y pueril que se extingue en mi útero:
no minimizaré el impacto del verbo por si hiere tu carne.
Soy arca que ignora su propósito; mis seno lácteo
jamás nutrirá labio que mancille la palabra.

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Resiliencia

I

«Yaces sobre el cuerpo de tus hermanas
y tus hermanas yacerán sobre tu cuerpo.
¿Importa acaso el eco en la matriz?
Dar a luz jamás fue el propósito de la sombra».

Estos huesos desconocen el presente del fuego,
solo resta ceniza en la incertidumbre del hogar.
Irradio la inseguridad de una deidad que se reza a sí misma.
Perece cuanto amo. Sobrevivo.

II

En este suspiro del tiempo con la elocuencia de Scheherezade—

Te reconoces en esterilidad de la rutina (tanto eco carente de significado); en la angustia del sueño (¿aprecias diferencia alguna en la lucidez?); en el titubeo del espejo ante la expresión inédita (cada vez, menor desconcierto).

Eres la sombra y la mujer, la perspectiva desde el hogar que nunca sentiste matriz y las calles que se alejan, desde la ventana, sin ofrecer la posibilidad de asir sus puntos de fuga.

Quédate: pese a la pérdida, te amas y eres amada.

En perspectiva, mil mitos pierden la voz en un eclipse.

III

«Tiempo, te despliegas cual amante ante estas yemas sin huella».

Las edades se confiesan desde la víscera—
revelando cuanto no se nombra, pero existe.

Polvo que, primigenio, careces de hogar al que regresar:
es tu camino tanta pérdida como ventura.

En esta nuestra tierra libre y fértil,
compartamos lengua y ruinas.
Descansemos.

IV

Ningún labio ha besado aún esta tierra—
mas su fruto se alza ante ti, Tántalo,
prometiendo, con esperanza, el futuro.

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Mujer

Soy la mujer
que mira a los hombres mirando a las mujeres,
soy la mujer observada por el hombre
y la mujer incapaz de verse a sí misma…

Aun así,
leo tus poemas y no estoy en tus palabras
(soy indefinible, inconmensurable);
no hay sangre en tus esculturas (soy menstruación),
ni imperfección en tus lienzos (soy estría).

No me interpretes:
cuanto vislumbras es solo una silueta frente a la ventana.
No soy una obra maestra, ni divina proporción.
No soy un segundo sexo, ni un útero;
tampoco soy placer colateral.

Renuncia a deformarme a tu parecer:
no soy arcilla, ni canon.

Yo soy el mensaje subyacente, profundo y expresivo.

Soy identidad.
También soy vida, fluidez y tiempo.
No me deshumanices, no me sometas.

Soy naturaleza libre e insubordinada.

Soy, soy, soy.

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