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«Como la trucha…».

(Regreso al poema.
Me siento torpe tras el descanso del verbo—
pero el reloj trona, evidenciando la pérdida).

Conozco episodios más cruentos que una guerra y promesas truncadas de inanición.
No hay alimento que nutra la lengua del olvido.
La edad desconoce el nombre, no cómo consumir su recuerdo.

Desearía haberte conocido antes que a mí misma.
Admiro a las mujeres de mi árbol— sois de raíz perenne.

Los dedos nudosos reptan por mi muñeca,
búsqueda insaciable de pulso y consuelo.
Ojalá poder darte ambos.

Pero acontece el sueño de quien ya no despierta—
último bostezo, tildes púrpura en la piel de sal.

—Y el séptimo día, descansó.

Acerca de L. Dietrich

Pixieh Tian Shi — El cielo por los suelos y los pies en el aire.
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