Mi madre jamás fue tocada por un hombre—
Mi madre concibió el dolor de un parto
sola, sus manos aferrándose a las esquinas
de la noche. Mi madre me dio a luz
dos veces—en la grieta de sus labios
cobijándose el olvido. Mi madre
desconoció las tinieblas, aun habitando
en mis genes. Me nutrió con la leche
de la luna y las eras del caos—mudas de piel
que exfoliaban la inocencia y desnudaban
la mácula, los pies de padre
allanando la invulnerabilidad del Estigia.
Sus aguas jamás besaron mis talones—
tampoco mis ojos cérvidos o el latido
que acecha mi corazón cual sombra.
Mis hermanos nacieron ciegos y felices
en el nicho de la ignorancia. Envidio
el sueño sin violencia, el autoengaño y la vejez,
áurea manzana sin pecado concebida.
Nunca probé el fruto prohibido—Yo
soy el siseo del árbol y las raíces sin extirpar,
angustia del fiel, censura y parálisis del ocaso.
He visto a madre llorarme. He visto a madre rendirse.
Se arrodilló sobre mi nombre.
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